viernes, 16 de mayo de 2014

Una sutil diferencia



SABER, QUERER Y CREER 
Dice el cuento:
“El rey recibió como obsequio dos crías de halcón y las entregó al maestro de cetrería para que las entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, a tal punto que había que llevarle alimento hasta allí. El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la Corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el ave continuaba inmóvil. Publicó por fin un edicto entre sus súbditos y, a la mañana siguiente vio al halcón volando en los jardines.
—‘Traedme al autor de ese milagro’ —dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino.
—‘¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago acaso?’
Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo le explicó:
—‘No fue difícil Su Alteza, solo corté la rama en la que siempre se posaba. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas y, simplemente, voló.”


MOR
ALEJA
Y así es.
Una cosa es saber que se tienen alas, y otras es creérselo. Son dos cosas bien distintas.

El conocimiento nos ayuda a gestionar la existencia, pero para transformarla es necesario algo más: FE. Con saber no es suficiente. La llave a la acción, al paso adelante, nace de la convicción de que se puede, de la fe y eso solo nos lo proporciona la experiencia. 
Por eso, el poeta latino Virgilio, escribió con tanto tino: “Pueden porque creen que pueden”, y no escribió “Pueden porque saben que pueden”. Es distinto. 
Muchos saben que pueden pero no hacen. 
Y otros que a lo mejor tienen menos capacidades, hacen porque creen profundamente que pueden. Sí, hace más el que quiere que el que puede, sin duda.

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