Aprende a conocer el ritmo que posee a los hombres.
Arquíloco, Fr. 128
No te venzas, alma, mantente fuerte en la asamblea de espadas. No poca gloria es sentir un dolor labrado en oro y bronce. Y es que el metal noble puede refundirse para forjar alhajas de níveos destellos. Confíate al dios que siembra amores, sumergido en primaveras de cálido clima. Ofrécete desnudo al universo de negro pelaje. La mar está en calma; sólo saliendo con la cabeza inundada de viento, respirando la sal del oleaje canoso, compitiendo con los delfines, tañendo liras de heroica compasión… sólo así te verás vestida de la púrpura que cubre el sagrario de los templos remotos, donde una vez naciste junto a todo lo que has amado, odiado o venerado
NOTA: es aconsejable escuchar la música mientras se vuelve a leer el texto...
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